sábado, 27 de febrero de 2016
Primera Noche
HISTORIA DEI. MERCADER Y EL EFRIT
Schahrazada dijo:
"He llegado a saber, ¡oh rey, afortunado! que hubo un
mercader entre los mercaderes, dueño de numerosas riquezas y de negocios
comerciales en todos los países.
Un día montó a caballo y salió para ciertas comarcas a
las cuales le llamaban sus negocios. Como el calor era sofocante, se sentó
debajo de un árbol, y echando mano al saco de provisiones, sacó unos dátiles, y
cuando los hubo comido tiró a lo lejos los huesos. Pero de pronto se apareció
un efrit de enorme estatura que, blandiendo una espada, llegó hasta el mercader
y le dijo: "Levántate para que yo te mate como has matado a mi hijo." El
mercader repuso: "Pero ¿cómo he matado yo a tu hijo?" Y contestó el efrit: "Al
arrojar los huesos, dieron en el pecho a mi hilo y lo mataron." Entonces dijo el
mercader: "Considera ¡oh gran efrit! que no puedo mentir, siendo, como soy, un
creyente. Tengo muchas riquezas, tengo hijos y esposa, y además guardo en mi
casa depósitos que me confiaron. Permiteme volver para repartir lo de cada uno,
y te vendré a buscar en cuanto lo haga. Tienes mi promesa y mi juramento de que
volveré en seguida a tu lado. Y tú entonces harás de mí lo que quieras. Alah es
fiador de mis palabras."
El efrit, teniendo confianza en él, dejó partir al mercader.
Y el mercader volvió a su tierra, arregló sus asuntos,
y dio a cada cual lo que le correspondía. Después contó a su mujer y a sus hijos
lo que le había ocurrido, y se echaron todos a llorar: los parientes, las
mujeres, los hijos. Después el mercader hizo testamento y estuvo coa su familia
hasta el fin del año. Al llegar este término se resolvió a partir, y tomando su
sudario bajo el brazo, dijo adiós a sus parientes y vecinos y se fue muy contra
su gusto. Los suyos se lamentaban, dando grandes gritos de dolor.
En cuanto al mercader, siguió su camino hasta que llegó al jardín en cuestión, y el día en que llegó era el primer día del año nuevo. Y mientras estaba sentado, llorando su desgracia, he aquí que un jeique se dirigió hacia él, llevando una gacela encadenada. Saludó al mercader, le deseó una vida próspera, y le dijo: "¿Por qué razón estás parado y solo en este lugar tan frecuentado por los efrits?"
Entonces le contó el mercader lo que le había ocurrido
con el efrit y la causa de haberse detenido en aquel sitio. Y el jeique dueño de
la gacela se asombró grandemente, y dijo: "¡Por Alah! ¡oh hermano! tu fe es una
gran fe, y tu historia es tan prodigiosa, que si se escribiera con una aguja en
el ángulo interior de un ojo, sería motivo de reflexión para el que sabe
reflexionar respetuosamente." Después, sentándose a su lado, prosiguió: "¡Por
Alah! ¡oh mi hermano! no te dejaré hasta que veamos lo que te ocurre con el
efrit." Y allí se quedó, efectivamente, conversando con él, y hasta pudo
ayudarle cuando se desmayó de terror, presa de una aflicción muy honda y de
crueles pensamientos. Seguía allí el dueño de la gacela, cuando llegó un segundo
jeique, que se dirigió a ellos con dos lebreles negros. Se acercó, les deseó la
paz y les preguntó la causa de haberse parado en aquel lugar frecuentado por los
efrits. Entonces ellos le refirieron la historia desde el principio hasta el
fin. Y apenas se había sentado, cuando un tercer jeique se dirigió hacia ellos,
llevando una mula de color de estornino. Les deseó la paz y les preguntó por qué
estaban sentados en aquel sitio. Y los otros le contaron la historia desde el
principio hasta el fin. Pero no es de ninguna utilidad el repetirla.
A todo esto, se levantó un violento torbellino de polvo en el centro de aquella pradera. Descargó una tormenta, se disipó después el polvo y apareció el efrit con un alfanje muy afilado en una mano y brotándole chispas de los ojos. Se acercó al grupo, y dijo cogiendo al mercader: "Ven para que yo te mate como mataste a aquel hijo mío, que era el aliento de mi vida y el fuego de mi corazón." Entonces se echó a llorar el mercader, y los tres jeiques empezaron también a llorar, a. gemir y a suspirar.
Pero el primero de ellos, el dueño de la gacela, acabó
por tomar ánimos, y besando la mano del efrit, le dijo: "¡Oh efrit, jefe de los
efrits y de su corona! Si te cuento lo que me ocurrió con esta gacela y te
maravilla mi historia, ¿me recompensarás con el tercio de la sangre de este
mercader?" Y el éfrit dijo: "Verdaderamente que sí, venerable jeique. Si me
cuentas la historia y yo la encuentro extraordinaria, te concederé el tercio de
esa sangre."
Segunda noche
CUENTO DEL PRIMER JEIQUE
El primer jeique dijo:
"Sabe, ¡oh gran efrit! que esta gacela era la hija de mi tío, carne de nu carne y sangre de mi sangre. Cuando esta mujer era todavía muy joven, nos casamos, y vivimos juntos cerca de treinta años. Pero Alah no me concedió tener de ella ningún hijo. Por esto tomé una concubina, qué, gracias a Alah, me dio un hijo varón, más hermoso que la luna cuando sale. Tenía unos ojos magníficos, sus cejas se juntaban y sus miembros eran perfectos. Creció poco a poco; hasta llegar a los quince años. En aquella época tuve que marchar a una población lejana, donde reclamaba mi presencia un gran negocio de comercio.
La hija de mi tío, o sea esta gacela, estaba iniciada desde su infancia en la brujería y el arte de los encantamientos. Con la ciencia de su magia transformó a mi hijo en ternerillo, y a su madre, la esclava, en una vaca, y los entregó al mayoral de nuestro ganado. Después de bastante tiempo, regresé del viaje; pregunté por mi hijo y por mi esclava, y la hija de mi tío me dijo: "Tu esclava ha muerto, y tu hijo se escapó y no sabemos de él." Entonces, durante un año estuve bajo el peso de la aflicción de mi corazón y el llanto de mis ojos.
Llegada la fiesta anual del día de los Sacrificios, ordené al mayoral que me reservara una de las mejores vacas, y me trajo la más gorda de todas, que era mi esclava, encantada por esta gacela. Remangado mi brazo, levanté los faldones de la túnica, y ya me disponía al sacrificio, cuchillo en mano, cuando de pronta la vaca prorrumpió en lamentos y derramaba lágrimas abundantes. Entonces me detuve, y la entregué al mayoral para que la sacrificase; pero al desollarla no se le encontró ni carne ni grasa, pues sólo tenía los huesos y el pellejo. Me arrepentí de haberla matado, pero ¿de qué servía ya él arrepentimiento? Se la di al mayoral, y le dije: "Tráeme un becerro bien gordo." Y me trajo a mi hijo convertido en ternero.
Cuando el ternero me vio, rompió la cuerda, se me acercó corriendo, y se revolcó a mis pies, pero ¡con qué lamentos! ¡con qué llantos! Entonces tuve piedad de él, y le dije al mayoral: "Tráeme otra vaca, y deja con vida este ternero."
En este punto de su narración, vio Scháhrazada que iba a amanecer, y se calló discretamente, sin aprovecharse más del permiso. Entonces su hermana Doniazada le dijo: "¡Oh hermana mía! ¡Cuán dulces y cuán sabrosas son tus palabras llenas de delicia!" Schahrazada contestó: "Pues nada son comparadas con lo que os podría contar la noche próxima, si vivo todavía y el rey quiere conservarme." Y el rey dijo para sí: "¡Por Alah! No la mataré hasta que haya oído la continuación de su historia."
Luego marchó el rey a presidir su tribunal. Y vio llegar al visir, que llevaba debajo del brazo un sudario para Schahrazada, a la cual creía muerta. Pero nada le dijo de esto el rey, y siguió administrando justicia, designando a unos para los empleos, destituyendo a otros, hasta que acabó el día. Y el visir se fue perplejo, en el colmo del asombro, al saber que su hija vivía.
Cuando hubo terminado el diván, el rey Schalhriar
volvió a su palacio.
Tercera Noche
Y CUANDO LLEGÓ LA TERCERA NOCHE
Daniazada dijo: "Hermana mía, te suplico que termines
tu relato." Y Schahrazada contestó: "Con toda la generosidad y simpatía de mi
corazón." Y prosiguió después:
He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que, cuando el
tercer jeique contó al efrit el más asombroso de los tres cuentos, el efrit se
maravilló mucho, y emocionado y placentero, dijo: "Concedo el resto de la sangre
por que había de redimirse el crímen, y dejo en libertad al mercader."
Entonces el mercader, contentísimo, salió al encuentro
de los jeiques y les dio miles de gracias. Ellos, a su vez, le felicitaron por
el indulto. Y cada cual regresó a su país.
"Pero es más asombrosa la historia
del pescador."
Final Alternativo
El Rey decidio no liberar al mercader debido a que era un estafador por lo tanto fue condenado a ser asesinado a la mañana del siguiente dia. asi fue como el mercader murio en manos de el verdugo llamado juanito alcachofa.
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